Juventud divino tesoro

juventud divino tesoro

A veces, entre lo que recordamos de nuestra juventud y queremos para nuestros niños se nos pixela la realidad.

 

El profesor José Antonio Marina decía en una de sus conferencias en Málaga en el año 2011 que educar a un niño es como construir una catedral.

Todos creemos y queremos hacer lo mejor para ellos, aunque a veces, nos equivocamos. Y escribo este post no para decir qué hacemos bien o mal, sino para exponer la mea culpa. La mea culpa materna no es otra sino creer que el aprendizaje y su camino necesitan el estimulo externo en cualquiera de sus manifestaciones.

Hacemos de la infancia un paraíso. El paraíso de nuestros recuerdos, en el que nuestra niñez se reproduce y casi que por defecto en nuestra configuración materna proyectamos ese imaginario en nuestros hijos. Sobre ese «constructo» de recuerdo y sobre nuestros propios anhelos y expectativas para ellos tejemos los hilos de actividades extra escolares, encuentros, reuniones, festejos y celebraciones a los que apuntamos a nuestros hijos. Para que sean felices, siempre y para que todo sea «perfecto».

Crecer no es fácil. Se necesitan vivencias buenas y malas para poder extraer de ellas un prisma a través del cual entender nuestro papel activo en la vida, como niños, estudiantes, jóvenes, adolescentes y todo lo demás. La experiencia necesaria para asimilar aprendizajes de una manera eficiente, es decir con solidez y herramientas que nos permitan tomar decisiones y escoger necesita fracasos, dificultades y frustraciones.

Si todo es gratificante, ensoñador y encima me aplaude, cómo un niño de 7 u 8 años que comienza a descifrar el umbral de la realidad puede escoger el trabajo, la constancia o la entrega hacia un propósito verdaderamente ambicioso. Salir de la «zona de confort» en la que nos instalamos no es una alternativa que un niño se plantea si no tiene los incentivos y herramientas para hacerlo.

Darle los incentivos para superar esos espacios que controla y domina es nuestro trabajo. Y es ahí donde la juventud divino tesoro nos es realmente útil. En la infancia y la juventud es donde podemos fraguar las pruebas y los errores de la experiencia. Donde podemos aprender el valor de hacer algo bien hecho por el gusto de hacerlo, donde cruzar el umbral de la comodidad puede suponer diversión y aventura sin que en ello medien recompensas materiales, y donde sea el esfuerzo lo que cuente por encima del resultado.

Ya sé que esto es complicado y complejo, y más de una familia querrá bombardear el post. Pero la infancia y juventud deben construir valientes, personas capaces de enfrentarse a retos diversos, como la vida misma, para los cuales hay que llevar en la mochila el instrumental que nos permita ver el reto y creernos capaces de superarlo. Sentir pena porque intentan algo y no lo consiguen solo los hace más pequeños, frágiles o débiles. Por mucho que se nos encoja el corazón, que nosotros creamos que si pueden aunque les cueste la vida misma, juventud divino tesoro2juventud divino tesoro2es el mejor primer paso para sacarnos y sacarlos de la nube de comodidad y confort en la que creemos que la infancia y la juventud son la mejor etapa de nuestras vidas.

Bibiana Vargas

Furibunda lectora, estudiante para toda la vida, rebelde con causa donde la haya. Inundada de sentido creativo, y todas las demás cosas de la vida normal y corriente.

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