¿Donde vive el futuro?
Hace escasos 15 meses la imagen de Greta Thunberg transitaba entre redes como portavoz de las próximas generaciones, recordando(nos) la frontera de un espacio desconocido: el futuro. Más allá de la empatía que pueda sentir por la joven, la idea del futuro como una distante frontera, desprovista de caras y espacios conocidos se convierte en un lugar en el que alojamos sin prejuicio nuestra degradación ecológica, el riesgo tecnológico, la basura nuclear y la deuda pública que Greta y sus contemporáneos tendrán que asumir de alguna forma u otra. Hoy, impactados en la linea de flotación por un virus que nos ha puesto en jaque, la noción del día de mañana nos paraliza. Como pensar en el futuro más allá de un lugar que saqueamos a nuestro antojo?
Descolonizándolo puede ser un buen comienzo. Desde enero del 2020 me vincule a CIFS (Copenhagen Institute for Future Studies). Tras 6 meses de colaboración, me atrevo a tejer entre ideas y vincular contextos en la que convergen el pasado, el presente y el futuro. Una especie de pequeña Alejandría donde habitan lectores y observadores curiosos dispuestos a conformar un equipo de inteligencia colectiva que ilumine el camino para bucear entre la complejidad de nuestros sistemas y relaciones.
Nos referimos al futuro como una utopía o una distopía. Como una ilusión a veces infantil dónde depositamos la esperanza y a veces la ingenua ilusión de que todo será mejor. Más allá de la actitud optimista o positiva con la que percibimos las próximas 5 horas o el mes que viene, entendemos el futuro como un intangible abstracto, en el que la predicción, la astrología o incluso el riesgo son proposiciones que adivinan el mañana. Construimos el futuro desde nuestra desconfianza, para obtener la certeza de que algo deseable sucederá, o de los multiples riesgos que ponen en peligro que ese suceso que esperamos se realice.
Paradójicamente, el futuro solo vive en la imaginación. La alfabetización del futuro, del individual y del colectivo es una forma sistemática de convergencia de las diferentes formas en las que podemos usar el futuro. Mis primeros 6 meses en CIFS me regalan una idea deslumbrante: la utopía o la distopía son peligrosas, un cajón demasiado estrecho para alojar el futuro. Un futuro colonizado, predecido es una ilusión engañosa, más bien empobrecedora. Reduce nuestra capacidad de apreciar aspectos del presente que se hacen invisibles por nuestra fijación sesgada de lo que es deseable o necesario. La esperanza o el miedo exponen nuestro pensamiento limitado. El futuro solo puede ser descrito usando un marco, porque en realidad el futuro no existe, solo existe si es imaginado, tenemos que construirlo.
El pensamiento anticipatorio no es el futuro
En la inmediatez de los tiempos líquidos, nos quedamos en la superficie: el pensamiento anticipatorio. Nos quedamos con los titulares del movimiento entre ideas, tendencias e interacciones ente megatendencias. Pero no las contextualizamos, no las decantamos, no las procesamos dentro de nuestra realidad, hasta tal punto que llegamos a ignorar su potencial. ¿Podemos construir el mejor futuro para nuestro contexto particular y especifico pensando «fuera de la caja»?, ¿Cómo hacerlo? Si imaginamos el futuro descubrimos las asunciones que hacemos de el. Describirlas con detalle y cuidado revelan parámetros. Ahí están los limites, la frontera que conforma la caja en la que buceamos nuestras ideas respecto a A o B.
Comprender nuestras asunciones nos hace evolucionar las anticipaciones sin necesidad de recurrir a costosas consultorías externas, tecnologías de última generación e informes de sabios. La inteligencia colectiva está también a nuestra disposición, ésta ahí afuera y vista más allá de su disfraz de «mercado» pude ser un arma poderosa a nuestro favor. Hasta ahora, el pensamiento sobre el futuro nos ha puesto más en conflicto que en armonía con nuestro ecosistema y con nosotros mismos, por eso vale la pena dedicarse a comprender nuevas formas de interactuar con el futuro.
Pensar en el futuro a gran escala de forma organizada y sistemática, requiere abordar de manera científica la complejidad y la convergencia, los sistemas de anticipación y los procesos de las ciencias sociales para comprender como interactuamos. El futuro en pequeña y mediana escala también está al alcance de nuestra mano. Aunque suene árido y hasta técnico, significa que para construir un futuro desde la libertad, es necesario negociar significados compartidos y construir conocimientos tácitos y explícitos. Valorando el conocimiento implícito de una empresa, partido, grupo o colectivo, así como dandole sentido de forma colectiva. Ningún hombre, comunidad, empresa o sociedad es una isla, su futuro no puede serlo tampoco. Necesitamos, el sentido y significado compartido para realizar mañana, lo que juntos decidamos construir hoy. El resultado de construir un futuro colonizado está a la vista hoy.
No todo necesita disrupción
Como experta en estrategia de contenido no puedo estar más que sorprendida y entusiamada con esta forma de habitar el presente. El pasado cuenta y mucho: la historia ayuda a comprender las fuerzas que movilizan las megatendencias y nos dan perspectiva sobre el comportamiento e interacción humanas. Aunque aparentemente un think thank de investigación sobre el futuro esté muy lejos del día a día de una persona que se ha dedicado al marketing los últimos 6 años, lo cierto es que gracias a esa visión se puede ayudar a una comunidad o a una pymes a pensar más alla de sus asunciones para encontrar nuevos sentidos y perspectivas. Se puede encontrar un lugar más objetivo para proyectar el mañana. No todo necesita una idea disruptiva, convertirse en el spinoff más innovador para asegurarse un puesto en el mañana. La diversidad de pensamiento suma a la resiliencia en estos tiempos. Asomarse a otro horizonte puede ser más util para tener sentido, ser útil y definir nuevos esquemas de valor. La táctica no es estrategia, aunque el futuro necesite ambas. Repensarse más allá de las fronteras de la caja es el comienzo.