Historia del Arte antes que STEM: la interfase que falta
STEM. Ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas. La moneda de los tiempos en los que los algoritmos controlan las mareas de datos, desde legos mecanizados hasta la inteligencia artificial. Me pregunto que diría de este «hype», John Berger, historiador del arte lanzado a la fama europea sobre todo gracias a la mítica serie de 1972 «Ways of Seeing». Berger, como Ramón Gener y su This is Art pensó dos décadas antes que difundir la cultura masivamente, a su estilo era una buena idea.
Esa serie, tiene como objeto enseñar a ver de una forma diferente. Aprender a ver. Aprender a hacer preguntas, aprender a comprender el contexto, el porqué, el cuándo y el cómo de sus autores. Aprender a comprender la dinámica del arte y su historia como un conjunto de medias verdades históricas vertidas en un sagaz juego óptico. Comprendiendo las razones y las condiciones que hacen que una obra determinada sea testimonio de un tiempo pasado. La invitación de Berger no es diferente que la invitación de la mítica Cosmos de Carl Sagan, alabada también por generaciones enteras de científicos profesionales y amateurs. No encuentro mejor argumento para reivindicar el papel de la Historia del Arte distinto al de favorecer como ninguna otra disciplina el pensamiento crítico. Aprender a ver a través de esquemas mentales diferentes a los de nuestro tiempo, a observar planos y puntos de vista diferentes, tan necesarios en un ecosistema mediático plagado de noticias falsas, medias verdades y burbujas de información programadas por algoritmos.
«No encuentro mejor argumento para reivindicar el papel de la Historia del Arte distinto al de favorecer como ninguna otra disciplina el pensamiento crítico»
El pensamiento crítico nos permite revelar alguna objetividad posible más allá de nuestras creencias intrínsecas, los simbolismos que damos por válidos para nuestra cultura y los múltiples significados que otorgamos a nuestra conducta social. Más allá de eso, está el cuestionarnos el qué, el cuando, el porqué. Preguntas tan necesarias en momentos de tentados populismos. Pensar no basta, hay que aprender a hacerlo de manera organizada y sistemática. Ello sólo se consigue practicando, haciendo músculo. El pensamiento crítico separa la paja del heno, la verdad de la ficción y desvela ideologías ocultas en imágenes visuales. Para la muestra, solo basta analizar la objetificación de lo femenino en todos los aspectos desde el Renacimiento hasta los anuncios publicitarios de años recientes.
Hoy, la comunicación visual es sensiblemente más intensa de lo que era hace una cuantos no años, sino siglos. Porqué privilegiamos más los medios de distribución del mensaje que el mensaje en sí mismo? Porqué nos dedicamos más a debatir sobre el algoritmo antes de centrarnos en el objeto del algoritmo? Consumimos imágenes, que se mueven en segundos entre miles de millones de personas. Y no gastamos ni un ápice de esfuerzo como cultura o sociedad en aprender a leer esas imágenes como ejercicio de ciudadanía responsable.
Arte más allá de la historia para el SXXI
Vemos el arte y su historia desde el prisma y la inmediatez de nuestro tiempo. Lo encontramos, la mayoría de las veces como un entretenimiento culto o snob según el caso que no aporta nada más allá del valor de una conversación relativamente interesante de cuando en cuando. Comprensible hasta cierto punto si tenemos en cuenta que no podemos ser o pensar tal como lo hacían los holandeses del siglo XVII, pero si tenemos suficiente información desde la historia, la antropología, la sociología, la literatura, la economía, o la teología, la historiografía política entre otros para comprenderlo.
Esa transdisciplinariedad es lo que nos permite a los de «humanidades» ayudar a comprender el qué, el porqué y el como. No es necesario iluminar un Caravaggio con luz eléctrica desde el frente. Para ponernos en situación, hace falta mantener la relativa oscuridad que habitaba en los hogares o capillas del XVI, para el que esas pinturas fueron hechas. Un Caravaggio era oscuro, con algunos visos de luz aquí o allá, porque quería decir algo de esa manera, porque quien lo encargó tenía un mensaje especial, que el artista interpretó de una manera peculiar.
La óptica también es relevante para la historia del arte. El plano del observador, determinado en muchas oportunidades por el espacio que ocuparía una obra especifica determina una perspectiva concreta para que la obra sea observada. Fuera de su espacio y contexto, la obra deja de ser testimonio de un tiempo, de un emplazamiento y el orden social, político y económico que la alumbró. Deja de ser lo que es y lo que representa.
Los museos y espacios que preservan la cultura intentan explicarlo lo mejor posible preservando contra viento y marea el legado de los que nos precedieron. Para hacerlo no solo se necesitan humanistas. Veamos: la química del color y la de la técnica también juega un papel importante en comprender un mensaje. También la neurociencia: Qué pasa en nuestro cerebro cuando se encuentra con aquello que le agrada o tal vez le agrede? La geometría: porqué hay obras cuya composición es más armoniosa que otra? La física o la ingeniería: porqué el domo de Brunelleschi o las catenarias de la Sagrada Familia se mantienen en pie?
Comunicar el Arte y cultivar el pensamiento crítico la tarea pendiente
La historia del Arte como disciplina nos regala una idea fundamental: la habilidad para adquirir conocimiento a lo largo de la vida, la actitud hacia el saber y el aprendizaje, que requiere a su vez la noción de que dicho conocimiento se construye y desarrolla de forma transdisciplinar y conectada es una necesidad imperiosa para cualquier persona con inquietudes personales y profesionales. La adaptabilidad, la plasticidad, la flexibilidad, la curiosidad, la movilidad, la creatividad solo serán funcionales si existe un pensamiento crítico que moviliza esas habilidades de manera coordinada. Las humanidades y las artes liberales, consideradas por casi un siglo las más encumbradas de las artes no enseñan cómo manipular A para obtener B. Enseñan a hacer lo que es necesario para el futuro: discernir e integrar, que bien pueda en un momento dado manipular o adaptar A para conseguir B, o tener la flexibilidad e imaginación para concebir una manera totalmente diferente de obtener B, o plantear la futilidad de obtener B sin más.
No es muy común que las ciencias duras, se «presten» unas a otras. Un matemático raramente abordaría el problema de un químico, o un ingeniero industrial escasamente se remangaría las mangas de su camisa para ayudar a encontrar una solución de biología molecular. Más allá de la Historia del Arte, las humanidades bien comprendidas y asimiladas enseñan a aprender. Enseñan a auto-preguntarse, a pensar no fuera de la caja, sino literalmente sin caja. Enseñan a apreciar y aceptar perspectivas diferentes. La apreciación, la tolerancia, la observación de la distancia y la diferencia son parte de las humanidades y de la historia del arte.
Sin estimular las humanidades y la Historia del Arte obtenemos una fuerza de trabajo que no cuestiona, no pregunta y sigue dando vueltas a la rueda generando sutiles ghettos de intolerancia. Sin las humanidades, estimulamos conductas causales y repetitivas y limitamos nuestras maneras de ver. Nos homogeneizamos en nuestras prácticas y conceptos. Las artes son el más alto logro de nuestra civilización. Sin las humanidades que las investiguen, las cultiven, las transmitan y comuniquen a las generaciones futuras nuestra civilización se adelgaza e inciviliza. Sin las artes, el cénit de lo que la civilización es capaz de hacer es sencillamente decapitado.
Comunicar las artes y hacer su aprendizaje accesible y visible sigue siendo una gran tarea. En este esfuerzo, es donde nos encontramos. Damos por sentado que la educación comunica. Pero pasamos por alto que la comunicación educa. Porqué no comunicamos y educamos en el Arte? Porqué Rosalía se comunica en barroco positivo firmado por un artista pop como @FCustic y causa furor mientras que los museos se conforman con ínfimas cifras de amigos recurrentes que rondan el sexto decenio de edad?
Nos falta acercarnos, atrevernos y creer en que la condición humana puede más que la bajeza que nos infunda la televisiva Isla de las Tentaciones. Si no nos acercamos a la extensa minoría, como podremos traspasar la barrera de nuestras propias creencias y limitaciones? Al arte y su historia le falta una interfase.