Evaluamos para tirar la toalla? La equidad es el objetivo
Un cero, un cinco o un 10. El fin del año académico trae consigo las evaluaciones. Como maestros de cualquier nivel estamos en la obligación de valorar cuantitativa y cualitativamente el trabajo de nuestros alumnos. He visto pasar delante mío casi de todo, pero sobre todo he comprobado en los espacios educativos donde tenemos el gusto de impartir nuestros talleres, que entre más evaluamos, más tiempo dedicamos a calificar aquello que pretendemos evaluar. Así el tiempo, el preciado tiempo que tenemos para enseñar muchas veces se nos va en corregir, calificar y evaluar. ¿Qué mal no?
Muy mal. Enseñar o mejor «facilitar» el aprendizaje, así como el mismo acto de aprender debe preceder a calificar e introducir esos datos en sistemas de evaluación. Y si estamos de acuerdo en que la evaluación se nos queda corta, porque es un «fotofinish» parcial de lo que puede saber un estudiante, más razón todavía en considerar la nota que estamos usando para valorar el esfuerzo de un alumno. Si eres un educador/a en el oscuro e incierto umbral de adjudicar un suspenso y en medir el gradiente de la pendiente que lo determine ésta reflexión es para tí. Cuál será el resultado neto del suspenso?
Pones un cero o un 1, o un dos, tres cuando creemos que nuestros alumnos aprovecharán el batacazo para trabajar y en consecuencia aprender. Pero el caso es que en muchas ocasiones y sobre todo en secundaria, el cero tiene el efecto completamente opuesto: se asume, y el alumno se hace responsable de ese 0, de ese 1, 2 o 3 pero no le saca del bucle de la desmotivación, la confusión o la conducta, ojo: conducta que sea, por la cual haya llegado a ese punto.
Una cosa es lo que saben y pueden reflejar en un proyecto o en un examen y otra la actitud, la conducta y los hábitos. Los ceros, los unos y los doses no reflejan el aprendizaje de un alumno. Una mala nota como las anteriores pueden destruir la posibilidad de que un alumno matemáticamente consiga mantener viva la opción de aprobar, pero con ella afianzar hábitos y conductas directamente relacionadas al aprendizaje. El reconocer los factores que inciden positiva o negativamente en esa conducta es lo que realmente deberíamos valorar. Se trata de que mantengamos viva la llama del aprendizaje, no que la cercenemos con cargas adicionales. Si ponemos piedras en la mochila a quien ya le cuesta llevarla a la espalda, quién querrá cargarla?
Generadores de esperanza e ilusión
Parte del trabajo del educador es dar esperanza a nuestros alumnos. Si uso un cero redondo lirondo, si resto puntos por entregar el trabajo fuera de plazo y otras herramientas similares no genero esperanza en mis alumnos. Si quiero que mi aula sea un espacio de relativa ilusión y voluntad mi sistema de valoración debe alinearse con ese propósito. Acaso se hace tarde para aprender? Un cero no es aprendizaje. Una alternativa que demuestre que el trabajo, la voluntad y el interés tiene premio puede ser más interesante para nuestros chicos y chicas.
Señores maestros de ciencias, matemáticas, lengua, interpretación o educación física: La equidad reside no solo en quién accede a ser educado, sino también en la manera como valoramos el aprendizaje y lo reflejamos en nuestras evaluaciones. La equidad es un elemento clave en la valoración. Al margen de lo evidente, no se puede valorar de igual manera el trabajo, el compromiso y el esfuerzo de un niño al que le cuestan la vida operar matemáticamente porque le falla su memoria de carga, que al que su inteligencia lógico-matemática lo lleva a representar gráficamente las operaciones. Se trata de evaluar inteligentemente, no con más severidad. Tres elementos atener en cuenta cuando evaluemos:
- Asegurarnos que las notas miden lo que saben nuestros alumnos sin que les castiguen por factores fuera de su control.
- Examinar críticamente la efectividad y justicia de los proyectos y deberes que hayamos asignado.
- Diseñar y distribuir planes de nuestras unidades que hacen los criterios de evaluación perfectamente claros para nuestros alumnos.
- Crear un sistema flexible y modular de repesca de manera que los estudiantes puedan solo mejorar us resultados en secciones individuales en exámenes importantes.
Claro que hay rúbricas, pero no están al alcance de todos, todas las veces. Es decir, no todas las instituciones educativas, ni todos los maestros, ni todos los alumnos aprenden a trabajar con ellas al mismo tiempo ni en igualdad de condiciones. La capacidad de auotgestionarse es fundamental para hacer efectiva ésta valoración, y aún cuando pretendamos que en secundaria por ejemplo haya hábitos muy bien establecidos llegamos a sorprendernos por las muletas con las que nosotros mismos hemos llevado a los alumnos. Por eso, la equidad para valorar el aprendizaje es fundamental. Porque debemos ser motor de aprendizaje, y no obstáculo. Habrá y hay excepciones. Pero nosotros, somos quienes nunca podemos» tirar la toalla». Un cero, un 1,2 o tres resta más que suma. No se trata de regalar, se trata de que no se pierda la luz al final del túnel. Si mantenemos la ventana de las oportunidades abiertas, con concesiones la probabilidad de traerlos a nuestro terreno será siempre más generosa.
El curso está en su recta final, pero no por ello significa que las oportunidades de demostrar el aprendizaje se hayan terminado. La innovación que tanto anhelamos que nos venga desde arriba la podemos generar nosotros mismos con gestos tan sencillos y simples como estar disponibles para generar esa oportunidad que marca la diferencia. La innovación también pasa por renovar las ocasiones para hacer evidente la equidad.
Estas en el dilema del suspenso? Cuentannos como lo has resuelto. Nos encanta aprender y sumar a nuestra «inteligencia colectiva».